El Exilio de Raquel
Lucrecia, se miró al espejo del ascensor y quedó satisfecha con su aspecto, había hecho un gran trabajo esa mañana. Miró su escote, juntó sus codos y sus tetas brillaron como nunca. Al abrirse las puertas, la recepcionista le entregó su correspondencia junto con un sorprendido saludo. Siguió por el pasillo circular cruzando un par de miradas de colegas que habían notado su mudanza e incluso deseó que se soltara algún que otro piropo reprimido producto de su jerarquía dentro de aquella compañía.
Entró a su oficina y los primeros síntomas asomaron al cerrar la puerta de madera. Encendió su PC y sus dedos comenzaron a temblar. Ella trató de calmarse cerrando sus puños y esperó unos instantes. Finalmente, sentada en su escritorio tecleó su única contraseña "RAQUEL" y abrió el Outlook. Bajaron algunos mails, entre los cuales se encontraba el que siempre elegía primero, pero que esta vez intentaría evitar. Raquel, diariamente le narraba durante sus noches norteamericanas sus angustias, miedos e inseguridades de su auto exilio. Esta vez el asunto incluía signos de admiración producto de alguna noticia.
Lucrecia intentó leer el preview del mensaje pero sus ojos se nublaron con las primeras frases. Frunció el rostro y no pudo evitar que sus lágrimas coloreadas por el exceso de maquillaje llegaran al teclado. Tapó si boca con una mano y descolgó el teléfono con la izquierda. Se recostó contra el sillón encorvada con sus codos apoyados sobre sus rodillas y soltó sus emociones.
Hace unos meses había sentido la tentación de contarle a Raquel la dicha de estar gestando el mayor deseo de su vida y prefirió esperar al primer estudio. No era una noticia más para el mail diario, para un chat o para un llamado. Esa mañana al despertarse con sus piernas frías y su cama bañada en sangre, pensó en aquel sobre que envió hace unas semanas con las primeras imágenes. Solo deseó estar sentada junto a ella para poder recostarse sobre su regazo, mientras su pelo era acariciado suavemente, como aquellos encuentros catalizadores de dos amigas adolescentes.
Entró a su oficina y los primeros síntomas asomaron al cerrar la puerta de madera. Encendió su PC y sus dedos comenzaron a temblar. Ella trató de calmarse cerrando sus puños y esperó unos instantes. Finalmente, sentada en su escritorio tecleó su única contraseña "RAQUEL" y abrió el Outlook. Bajaron algunos mails, entre los cuales se encontraba el que siempre elegía primero, pero que esta vez intentaría evitar. Raquel, diariamente le narraba durante sus noches norteamericanas sus angustias, miedos e inseguridades de su auto exilio. Esta vez el asunto incluía signos de admiración producto de alguna noticia.
Lucrecia intentó leer el preview del mensaje pero sus ojos se nublaron con las primeras frases. Frunció el rostro y no pudo evitar que sus lágrimas coloreadas por el exceso de maquillaje llegaran al teclado. Tapó si boca con una mano y descolgó el teléfono con la izquierda. Se recostó contra el sillón encorvada con sus codos apoyados sobre sus rodillas y soltó sus emociones.
Hace unos meses había sentido la tentación de contarle a Raquel la dicha de estar gestando el mayor deseo de su vida y prefirió esperar al primer estudio. No era una noticia más para el mail diario, para un chat o para un llamado. Esa mañana al despertarse con sus piernas frías y su cama bañada en sangre, pensó en aquel sobre que envió hace unas semanas con las primeras imágenes. Solo deseó estar sentada junto a ella para poder recostarse sobre su regazo, mientras su pelo era acariciado suavemente, como aquellos encuentros catalizadores de dos amigas adolescentes.
Etiquetas: Sueños
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