sábado, marzo 05, 2005

Pasajero en trance

La humedad impregnaba la celda. Había como un olor extraño pero a la vez conocido y al final del pasillo se escuchaban gritos que parecían casi humanos. Nos asomamos por entre las rejas pero no pudimos ver mas allá de la puerta de acero que separaba la otra sección. Minutos después, aprovechando un silencio cinematográfico, comenzamos a llamar a nuestro carcelero pero los mismos se perdieron con los reclamos vecinos, que imitaron nuestra acción.
Pasaron unos instantes y la puerta se entreabrió, al final del callejón un hilo de sangre cruzaba el pasaje y el pie del guardía nos interrumpió la visión. Con una muesca facial nos ordenó que nos apartáramos de la puerta de nuestra celda. Bajo su brazo tenía unos mamelucos color "holando-argentino" que nos arrojó al piso y ordenó vestirnos. En un instante el troglodita dió media vuelta y nos dejó parte de su menton libre para dar el zarpazo. Dí media vuelta y noté mi impresión plantal sobre el pecho de la remera del gigante. Parecía la misma que hace casi 34 años dejé sobre mi partida de nacimiento. El tipo miró su pecho, clavó su mirada en mi frente y nos dejó salir. Mientras corríamos por el pasillo cerró la puerta y con su puño comenzó a flagelarse el mentón hasta quedar confundidamente adormecido.
Al abrir la puerta de acero notamos que a nuestros costados, gente disfrazada de animales servía de alimento para unas bestias de indescifrable origen....ya no se oían más gritos, solo el quiebre de los huesos en las quijadas y los gruñidos autoritarios por los pedazos más disputados mientras se atragantaban con cada mordida.
Huímos tratando de no resbalarnos por las manchas que dejaba el festín y salimos por una puerta de madera. La luz del día nos cegó unos instantes y al quitarnos nuestras manos de los ojos escuchamos nuestro contacto exterior que nos venía a rescatar en una motocicleta. Subí casi sin saludar, ni preguntar y salimos por un callejón lindante a la catedral.

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